A
lo largo de los años que llevo como docente de secundaria, el proceso de
evaluación de los estudiantes es una de las actividades que más tiempo, trabajo
y esfuerzo le demandan a uno como profesor y ciertamente como se menciona en la
lectura del recuadro de la plataforma, se llega a sentir el agobio y el exceso
de trabajo no solo a fin de ciclo escolar, sino al final de cada periodo
lectivo, llámense bimestre como era antes o trimestre como lo es ahora.
En mis inicios como docente alcancé
a trabajar varios años con el llamado Plan 93 en el que según recuerdo se
privilegiaba el aprendizaje de los contenidos y se evaluaba el logro de los
objetivos y propósitos, ahora el enfoque ha cambiado y lo que se debe de
evaluar son los aprendizajes esperados. Desde entonces que me dí cuenta que al
igual que yo cada uno de mis compañeros docentes tenía su propio estilo de
“evaluar”, fijaba sus propios criterios y establecía sus instrumentos, tiempos
(diagnóstica, formativa y sumativa) y evidencias de aprendizaje. Como docentes nos hemos enfocado en emitir un
juicio de valor que plasmamos en una boleta de calificaciones a través de un
número porque es lo que la Secretaria, los padres de familia y los mismos
alumnos piden como resultado de su “evaluación”.
En lo personal, desde que comencé a
dar clases he procurado evaluar o tal vez calificar a mis estudiantes de la
forma más objetiva posible. Sin embargo, creo que me he quedado corto con la
utilización de técnicas e instrumentos; por lo general para emitir una
calificación numérica del periodo lectivo, sólo tomo en cuenta los trabajos que
tengan elaborados en sus cuadernos, el compendio de reportes por escrito de las
prácticas de laboratorio que hacemos en el periodo lectivo y la calificación
del examen realizado al final del periodo participación de los alumnos en
actividades extra clase como actos cívicos, desfiles, etcétera. En no pocas
ocasiones me apoyo en mi apreciación personal del desempeño que tengo de mis
estudiantes para complementar su evaluación. Pocas veces hago retroalimentación
de manera personalizada, casi siempre es de manera grupal para ahorrar tiempo.
En lo referente a la lectura del
artículo titulado “Dime cómo evalúas y te diré qué tipo de profesional y de
persona eres”, estoy de acuerdo con el autor en la primera parte que se refiere
a que la forma de evaluar determina en parte el tipo de profesional de la
educación que es cada quien, porque la acción de evaluar refleja nuestras ideas
y concepciones psicológicas, políticas y morales que se ven reflejadas en la
idea que tenemos del proceso de enseñanza – aprendizaje; pero, que la forma de evaluar determine el
tipo de persona que se es, se me hace una completa exageración, creo que
existen muchos otros atributos personales que van a determinar con más peso y
más precisión como es cierta persona y como se habrá de comportar en su
sociedad; pero esa es harina de otro costal.
Me pareció interesante la manera de
como el autor relaciona la evaluación con el concepto del conocimiento
académico, establece que tiene dos tipos de valor, por un lado tiene un valor
de uso que es el que se refiere a su utilidad, relevancia, significación y
motivación, y por otro un valor de cambio, es decir, que se puede
cambiar por un valor, número o nota. Para evaluar el aprendizaje del
conocimiento académico creo que por tradición y por desgracia le hemos dado más
importancia (todos, desde la misma Secretaria, docentes, alumnos y padres de
familia) a su valor de cambio, olvidado su valor de uso, enfocamos la
evaluación en obtener ese número o nota que nos indique el grado de avance en
la obtención de ese conocimiento y rara vez nos ocupamos de hacer una
retroalimentación adecuada para realmente poner en práctica aquel principio
pedagógico que dice Evaluar para Aprender.
Para romper esa inercia negativa en
la forma de como evaluamos los aprendizajes, elaboré una lista de acciones que
yo considero necesarias para la mejora:
·
Primeramente es necesario tomar conciencia de
que estamos cometiendo crasos errores a la hora de evaluar los aprendizajes,
ese será el punto de partida de la mejora.
·
Como profesionales de la educación, contar con
un sólido compendio teórico de estrategias, técnicas e instrumentos de
evaluación de acuerdo a los planes y programas de estudios, entiéndase
evaluación de las competencias.
·
Comprometernos a la transformación y crear las
condiciones que nos permitan llevar a la práctica lo aprendido.
·
Comprender que la evaluación nos permite tomar
decisiones más acertadas y con mayor facilidad
·
Ver a la evaluación no sólo como una herramienta
de mejora de los aprendizajes de los estudiantes, sino como una manera de
mejorar la práctica docente.